Desde el 25 de mayo se permitiría celebrar corridas de toros garantizando una distancia de nueve metros cuadrados entre personas. Un informe económico de Diputación cifraba la rentabilidad en un 54 por ciento de ocupación.
Una vez comiencen las fases de desescalada del confinamiento por la crisis del Covid-19, los espectáculos taurinos podrán, teóricamente, regresar. La práctica nos dice que, dadas las exigencias impuestas, no será tan sencillo que se programe una corrida de toros antes de regresar a la ‘nueva normalidad’. Después habrá que echar números y ver muchos condicionantes para determinar en qué condiciones puede ser rentable un festejo en plazas como La Malagueta.
Para comenzar este análisis de la situación, en primer lugar hay que marcar la fecha en la que se autorizan estos eventos. El sector taurino se ha convertido en la excepción dentro de la desescalada cultural, ya que el resto de las actividades como los cines, los teatros y los auditorios podrán reabrir sus puertas desde la fase 2, a partir del 11 de mayo, reduciendo su capacidad a un tercio. Las plazas de toros, sin embargo, no podrían abrir sus puertas hasta el inicio de la tercera fase, el 25 de mayo, con unas medidas de aforo “que garanticen la distancia de 9 metros cuadrados entre personas en plazas, recintos e instalaciones taurinas”, según se refleja en el anexo 2 del Real Decreto de la desescalada.
Sectores como la Asociación de Empresarios de Plazas de Toros (ANOET) ya han expresado su malestar al considerar que se está siendo más escrupuloso con la tauromaquia que con el resto de las expresiones culturales, que podrán comenzar su actividad una fase antes del proceso, y que cuando puedan arrancar las corridas de toros pasarán a incluir la mitad de su aforo. En cualquier caso, no se termina de entender porqué en este caso concreto se exige un metro más de distancia de seguridad respecto a cualquier otro tipo de espectáculos.
¿Pero qué supone la medida de un espectador cada nueve metros cuadrados? El aforo permitido con esta medida se calcula midiendo la superficie de una plaza de toros para a continuación dividir esta cifra por esos metros cuadrados. La cuenta, en el caso del coso más grande de nuestro país, como es el de Las Venta de Madrid, reduciría su capacidad habitual de unos 24.000 localidades a apenas 2.000. Extrapolando estos datos a La Malagueta, de 10.000 podrían acceder exclusivamente unos 800 aficionados. Con estos condicionantes, exclusivamente se podrían celebrar clases prácticas o magistrales de la Escuela Taurina, en las que la taquilla no es un condicionante para su organización al ser festejos gratuitos.
Aunque sin empresa en estos momentos, y sin previsión de haberla a corto plazo al permanecer cerrados los plazos administrativos de la Diputación como propietaria para su adjudicación, es seguro que en esta fase no se va a intentar organizar ningún festejo en Málaga. Pero, ¿qué pasará en las fechas tradiciones de agosto? Falta por determinar las exigencias de aforo que estarán vigentes en ese momento, pero de cualquier modo se hace difícil la viabilidad sin ningún tipo de ayuda pública o ingresos atípicos por televisión.
En función del informe económico elaborado por técnicos de la Diputación como paso previo a la licitación de la concesión, se fijaba que con los gastos actuales se precisa de al menos un 54 por ciento de ocupación para hacer rentable el negocio, con un precio medio de 49,67 euros para las corridas de a pie y rejones y de 20,66 euros para las novilladas. Los integrantes de la comisión redactora llegaban a esta conclusión tras partir de datos oficiales para hacer una simulación para valorar la viabilidad económica de la explotación del coso. Así, se establecía una hipótesis de partida con nueve festejos mayores (siete corridas de toros, una de rejones y una novillada), un aforo técnico de 10.220 plazas (no se incluyen las 273 consideradas de oficio: las destinadas a la empresa, las presidencia y las instituciones), unos cálculos y estimaciones exentos del IVA y sin incorporar los efectos de un posible canon de explotación. Las consecuencias económicas de esta crisis del Coronavirus, evidentemente, también se escapaba de este informe.