Se cerraron las semifinales del XV Certamen Internacional de Escuelas Taurina de La Malagueta con un buen encierro (en líneas generales) del hierro de Dolores Rufino, que propició el triunfo del almeriense Ernesto Pérez. Destacaron también los novilleros Gali y Alberto Donaire, en este caso por el buen concepto del toreo de ambos.

TEXTO: Javier Gallardo

FOTO PRINCIPAL: Hugo Cortés ‘Pacurrón’

Abrió la tarde el alumno de la Escuela Taurina de Albacete, Pedro Monteagudo. Ante él, un novillo con el hierro de Dolores Rufino muy bravo y, por ende, exigente. Monteagudo (dentro de su oficio) estuvo inteligente durante todos los tercios de la lidia. Con la muleta planteó una faena de mando, desde los doblones iniciales hasta los ayudados por alto para cerrar al animal, destacando una buena tanda al natural. Tras dejar una estocada trasera y caída en el segundo intento, y una leve petición, saludó una ovación.

Si el primer novillo tuvo las complicaciones propias de un animal bravo, el segundo tuvo otro tipo de complicaciones. Alto y castaño fue el astado que lidió Leonardo, de la Escuela Taurina de Vilafranca Xira. Desde el primer encuentro con el capote del portugués, ya le avisó el novillo colándose por el pitón derecho (algo que repitió de una manera más clara con la muleta). Desarrolló una faena técnica en las que por momentos estuvo por encima del oponente. Tras varias estocadas que quedaron delanteras en su colocación, el público de la Malagueta guardó silencio.

Con verónicas y chicuelinas recibió Ernesto Lorenzo al tercero de la tarde, un animal más agradable de hechuras. Cogió los palos el almeriense, algo que gustó al público, pareando con suma facilidad. Al igual que con las banderillas, con la franela Pérez estuvo variado, seguro y eligiendo bien los terrenos donde torear al novillo. Una faena donde apareció el toreo fundamental, pero también recursos que transmitieron al tendido, como las bernardinas sin estoque con las que cerró su actuación. Dejó una estocada algo caída, fallo que no impidió que los asistentes pidieran las dos orejas que le fueron concedidas.

Hasta la puerta de toriles se fue Gali, el alumno de la Escuela Taurina de Málaga, para recibir al cuarto novillo. Ya a la verónica, el novillero dejó lances muy suaves y templados. Verticalidad, clasicismo (como clásico era el traje purísima y oro que vestía) o gusto son términos que definen bien su concepto. Ligó tandas con naturalidad por ambos pitones, en las cuales los muletazos eran algo amanoletados (en el buen sentido del término). Una faena algo fría para el público general pero que gustó al aficionado. Erró con la espada y obtuvo como resultado ovación.

Aires clásicos traía también el toreo de Alberto Donaire, algo que se pudo advertir en el quite que realizó en el anterior novillo. El alumno de la Escuela Taurina de Valencia fue haciendo poco a poco al quinto novillo de Dolores Rufino desde el buen inicio por ayudados. Jugó bien con la colocación y con los tiempos que requería el animal entre muletazo y muletazo. Encajado y muy despacio engarzó derechazos y naturales, algunos eternos. De gran sabor torero. Hizo guardia en el primer intento y dejó una estocada impecable en el segundo. Le fue concedida una oreja.