“El animalismo es un movimiento muy peligroso, porque no es tanto un amor a los animales sino un odio al ser humano”, advierte el portavoz de la Fundación del Toro de Lidia.

Periodista y escritor, el navarro Chapu Apaolaza se ha convertido en la voz más autorizada para la defensa de la Tauromaquia. Como portavoz de la Fundación del Toro de Lidia nos enumera las reclamaciones del sector al Gobierno ante la pandemia del Covid-19: “El toro tiene una gran fuerza, tiene la fuerza del pueblo y de millones de espectadores al año”, advierte para denunciar lo que considera “una censura”.

– ¿El mundo del toro ha alzado su voz contra el Gobierno?

Ha alzado su voz por su dignidad y por lo que merece, y en este caso quien se lo tiene que conceder es el Gobierno. La gente del toro siempre ha sido leal y solidaria con este Gobierno y los demás, y consciente de la situación por la que pasa el país. No se trata de ir en su contra ni poner en cuestión su legitimidad, sino de solicitar que responda a las necesidades que tenemos en igualdad con el resto de sectores culturales.

– ¿Qué papel va a tener en estas reclamaciones la Fundación del Toro de Lidia?

La Fundación es el primer ente que agrupa a todas las partes de la Fiesta de los Toros, que es un sector caleidoscópico, con relaciones curiosas entre sus partes, que nunca ha estado unido hasta ahora. Todos los profesionales y aficionados se articulan para encontrar un nexo de unión para expresar sus reclamaciones. Nos ponemos a disposición del sector para que haya una sola voz ante el Gobierno, algo de lo que se ve su importancia especialmente en momentos de urgencia y desorden como estos.

– Frente a los lobbys animalistas, ¿los taurinos ya tienen el suyo propio?

Ya nos gustaría. Es una cuestión de presupuesto y de tamaño. El lobby animalista, solo en Estados Unidos, maneja miles de millones. Si lo comparamos con la FTL, hace mucha gracia que nos digan que somos el lobby de los toreros… Nuestro trabajo es de influencia ante la política y la sociedad en general, pero no es una labor oscura.

– La Crisis del Coronavirus ha sido una voltereta muy fuerte e inesperada…

Ha sido durísima. Da un poco de vértigo, después de tanta gente que ha fallecido, hablar de los problemas de la gente del toro. Por eso ha sido solidaria y ha estado mucho tiempo callada. Pero los problemas son muy importantes por varias razones: su estacionalidad en estos meses en los que se condensa la actividad taurina, y por la propia arquitectura de las ganaderías, que no son fábricas.

– ¿Le va a costar al mundo del toro más levantarse que a otros sectores?

Yo creo que no. A todos los sectores les va a costar levantarse. El toro tiene una gran fuerza, tiene la fuerza del pueblo y de millones de espectadores al año. Tenemos que tener en cuenta que es la única industria cultural que sobrevive sin subvenciones y genera mucho dinero. Esto no es el fin de la tauromaquia, por muchas ilusiones que se hagan los animalistas y los censores, que pronto se darán de bruces con la melancolía. Esto no va a parar,  y va a salir adelante siempre que se reciban las ayudas en igualdad de condiciones y no se le pongan trabas a la reactivación de la maquinaria taurina.

– ¿Simplemente piden igualdad?

Simplemente igualdad de trato.  Hay un debate abierto sobre las subvenciones culturales en el que nosotros no entramos. Lo que nosotros decimos es que si ayudamos con planes  estratégicos a otras industrias, queremos que se ayude también a la nuestra. Lo contrario sería una censura muy grave, porque sería maltratar a un sector porque a un partido no le gusta o porque al socio de  un partido no le gusta. 

– Por mucho que pueda incomodar a Pablo Iglesias, no parecen estar dispuestos a que se ponga en valor el carácter cultural de la tauromaquia.

Pero no por la ofensa, sino porque nadie salvo los pueblos puede decir qué es cultura y qué no. Los gobiernos no tienen nada que decir sobre qué es cultura popular.

– ¿El animalismo es ecologismo?

Es un ecologismo muy mal entendido. Justamente pretenden reventar los ecosistemas, por lo que terminan siendo términos opuestos. El animalismo es la creencia de que el animal tiene los mismos derechos que el ser humano, con las consecuencias tan graves que tiene como la propagación de plagas al liberar a animales de las granjas.  Pretenden el final del mundo rural como lo conocemos, con la eliminación de todo tipo de ganadería, y lo que consiguen es terminar con los ecosistemas. Es un movimiento muy peligroso, porque no es tanto un amor a los animales sino un odio al ser humano. El animalismo ha estado encantado con esta pandemia, no por las muertes, sino por ver entrar a los corzos a las calles y disfrutar de la justicia de la naturaleza que vence al hombre que la oprime. El animalismo llega a preguntarse que a quién salvaría, a su madre o a su perro…

– Quizá el problema está en que se ha politizado todo alrededor de la tauromaquia.

Los movimientos animalistas le deben muchísimo a la tauromaquia. Deberían subvencionarla, porque gracias a ella  han podido ocultar sus verdaderos fines, que son por ejemplo el fin de la gastronomía con carne, el final de la experimentación con animales… Gracias a los toros y la caza han conseguido un altavoz increíble. Ahora apedrean a las personas en las taquillas de las plazas de toros, pero en otros países ya han comenzado a apedrear a la gente que va a comprar a una carnicería.

– Y entre el animalismo y la política, ¿qué pinta PACMA en todo esto? Su presidenta y usted son ya enemigos íntimos…

Sí, hay un juego en el que no queremos entrar. No obstante, no creemos que algo sea bueno o malo porque lo defienda mucha gente. Sin embargo, vienen a darnos lecciones de moralidad sobre el segundo espectáculo de masas en España, con más de treinta millones de espectadores al año, un partido que no tiene representación política en ninguna administración. Lo que nos sorprende es cómo un partido pretendidamente ecologista como Podemos asuma los principios animalistas de PACMA.

– Entonces, ¿se puede ser de izquierdas y aficionado?

Claro que se puede. Hay grandes aficionados de izquierdas. Los toros son de derechas, de izquierda, de centro y de todas las posiciones políticas que tenga un aficionado. Esto de que los toros son de derechas es algo que ha usado la izquierda maquiavélicamente para enfrentarse al poder. ¿Pero quién es ahora el rebelde? Que se lo preguntaran a Lorca o a Picasso.

– Ante este panorama, ¿cómo plantean su defensa a la Tauromaquia?

Estamos convencidos de que no hay que obligar a la gente a que le gusten los toros, pero sí que hay convencerlos de que respeten la libertad de los que queremos ir. Abrimos las puertas a todo el mundo a una plaza de toros, pero no les obligamos a que les gusten. Por eso tampoco queremos que nos obliguen a aborrecerlos. Pedimos respeto.

– ¿Vale la pena para un aficionado intentar convencer o simplemente dialogar con un antitaurino?

Ha habido un tiempo en el que preferimos no debatir, sabiendo que no nos íbamos a poner de acuerdo. Este silencio generó un solar en la opinión pública, y todo el mundo fue vertiendo su basura hasta convertirlo en una auténtica escombrero. Ahí comenzaron a salir todo tipo de malas hierbas diciendo que somos fachas (que no lo somos), que somos viejos (cuando los jóvenes son los que más van a los toros), o que somos incultos (cuando los aficionados leen más y van más al teatro que la media). Lo que más sorprende a la gente no son nuestros argumentos, sino los de los animalistas. Por eso hay que debatir, porque no tenemos dinero, pero sí tenemos la razón.

– ¿Hay que pedir perdón por ser aficionado a los toros?

Claro que no. Igual que Barbate no tiene que pedir perdón por la almadraba. Aquí ya pasó el tiempo de los rombos, de la censura y de medirles las faldas a las mujeres. Todo eso pasó hace ya algún tiempo.

– ¿Y por llevar a los niños a la plaza, tampoco hay que pedir perdón?

Por supuesto que no. Si no los llevas a la plaza les estás privando de un disfrute cultural legítimo. No se puede consentir que se pretenda apartar a los niños de una manifestación cultural porque a un grupo no le guste.  A muchos de los animalistas les importan muy poco los niños, de hecho a diario sufro amenazas de personas que desean que torturen a mis hijas. En ese caso los niños no les importan mucho, lo que les importa son los animales y terminar con la tauromaquia.