Un trofeo paseó El Fandi en el primer festejo de la Gira por la Reconstrucción, en el que se lidió una interesante corrida de García Jiménez.

La denominada Gira de Reconstrucción de la Tauromaquia hace escala esta semana en Antequera, donde este jueves se celebraba el primero de los dos festejos programados por el gabinete de crisis que ha unido, por primera vez en la historia del toreo, a todos los sectores implicados en la Fiesta.

Con un aforo muy limitado, todo el mundo tiene que arrimar el hombro para que la Fiesta tenga continuidad en este aciago año 2020. Montar una corrida de toros es muy costoso, y de otro modo no podría haberse organizado un festejo como éste, con apenas 500 personas en los tendidos. Toca ponerse el mono de trabajo para, piedra a piedra, fijar unos sólidos cimientos para el futuro.

Uno de los grandes atractivos a nivel popular que ofrecía la primera de la gira en Antequera era la presencia del diestro granadino David Fandila ‘El Fandi’, un torero de masas al que, ciertamente, no le favorecen las restricciones. Para un espada que siempre goza del favor del gran público, hacer el paseíllo fuera de feria y con un espectador de gustos más exquisitos, no resulta sencillo sobreponerse a las adversidades.

El Fandi, siempre honesto con su concepto, quiso agradar de salida con el primero de la ganadería de García Jiménez, al que capoteó con diversidad de lances. El que habría la ‘matillada’ (sus criadores eran los hermanos Matilla, a su vez apoderados del torero) fue un toro con cosas buenas, pero con el gran hándicap de la falta de fuerza. Estuvo solvente en banderillas, con tres pares arriba entre los que destacó el último al violín. Ya con la muleta, el buen son del astado le permitió estar animoso de salida, aunque la faena nunca despertó emociones. Así, cumplió el expediente sin más, con un paso testimonial por el pitón izquierdo y sin querer apostar lo más mínimo. El mal uso de los aceros terminó por diluir su actuación.

Una oreja cortó del segundo de su lote. Paupérrimo premio para lo que debería haber obtenido en función del oponente que tenía delante. No es que el presidente estuviera rácano, sino que fue justo y ecuánime. Sacó el pañuelo una vez según la petición del respetable, pero haber sido arrastrado sin los dos apéndices habría sido un insulto a un gran toro. Nuevamente estuvo variado con el capote, recibiéndolo con una larga cambiada de rodillas, y donde realmente sí que brilló fue con las banderillas, sobre todo en un remate con un dos en uno en el que primero colocaba un par al violín para dejárselo venir para clavar en la cara. Realmente importante. En la faena todo fue hacia la deriva al no acompañarse el temple que tenía en su embestida ‘Virrey’ con el trazo del muletazo que le presentaba el matador. El toro era de lío, pero la faena ni de lejos lo fue… Tras un pinchazo y una estocada desprendida llegó el premio de consolación.

 

Meritoria fue la actuación de Alberto López Simón, quien completaba este reducido mano a mano de solo cuatro toros, en el primero de su lote; un astado molesto y desconcertante en los primeros tercios por el que el espada madrileño apostó con la franela hasta lograr arrancarle una oreja. Sin dudarle, le dejó la muleta puesta y fue tirando de él cada vez más para ir sacándole las tandas en redondo. Como toda la tarde, el viento fue muy molesto, y en su caso le impidió llevárselo a los medios, donde con casi total seguridad le habría ayudado más. Subió el nivel al instrumental el torea al natural con más ajuste junto a tablas. Allí, con el toro totalmente sometido, es donde el diestro se mostró más poderoso para completar una faena que había brindado a El Fandi, gran promotor (con el permiso, como no, de Toño Matilla) de su inclusión en este cartel. Una estocada de buena colocación en dos tiempos decidió la concesión del trofeo.

El cuarto, Ateo de nombre, nos hizo volver a creer por un momento en el toreo. Fue un animal que hizo cosas buenas de salida. En su caso, tuvo la suerte de tener delante a un torero que se empleó a la par que él. Si el animal metió los riñones al inicio de faena, igual lo hizo su lidiador en un inicio vibrante de rodillas. La pena fue que le faltó empuje y tras tres tandas prometedoras el toro dijo basta. Y nuevamente pegado a tablas y en las cercanías se volvió a mostrar tremendamente cómodo López Simón. Le quiso dar honores citándolo para matarlo con una estocada recibiendo que le hacía sumar dos nuevos trofeos y convertirse en triunfador destacado de una tarde en la que se quiso poner una nueva piedra para levantar la tauromaquia. Mañana más, con Finito de Córdoba (que sustituye a Sebastián Castella) y Luis Bolívar, con reses de Zalduendo.