Una vez más, Andrés Roca Rey dio una dimensión máxima de figura del toreo. En su reaparición en la Goyesca de Ronda, cuajaba con poder absoluto al único toro potable de una decepcionante corrida de Jandilla ante la que Juan Ortega, en tono menor, también lograba salir a hombros por la puerta grande. Tarde gris de Morante de la Puebla.

FOTOS: David Bracho

Unas verónicas a pies juntos y chicuelinas al paso fueron la carta de presentación de Morante de la Puebla en el que abría plaza. Cuidando toros los detalles en la estética, lucía un singular vestido combinando el negro con el blanco, con un capote con los remates de la esclavina en negro también. El de Jandilla, muy justo de fuerzas, se quedaba corto a las primeras de cambio, y solo se tragaba los muletazos de uno en uno. Demasiado poco combustible para sacar partido a la faena.

El cuarto fue devuelto por inválido, y salía en su lugar un sobrero del mismo hierro con el que tampoco vimos el capote de Morante en toda su dimensión. Se le dio muy fuerte en el caballo, y todo apuntaba a que iba a ser breve este acto. No lo fue porque dio un sainete con la espada, porque en lo que se refiere al toreo de muleta no lo quiso ver.

Afrontaba Juan Ortega su primera Goyesca de Ronda con un vestido con chaquetilla celeste y taleguilla blanca. Se atisbó su gusto con el capote con las verónicas de recibo. Lo cuidó en el caballo y, tras brillar su cuadrilla en banderillas, el astado llegaba a la muleta sin definir. Con genio y rebrincado, y justo de fuerzas, el animal no hacía otra que defenderse en cada embestida. Hizo bien en no dejarse tocar los engaños, pero no fue suficiente para que la faena remontara.

La voluntad de agradar por parte de Juan Ortega en su primero fue patente, pero nuevamente quedaba inédito con el percal. Una trincherilla y un cambio de manos fue suficiente para poner las espadas en todo lo alto en el inicio de la faena. Con el temple por bandera, salía a relucir su elegancia en las tandas por el pitón derecho ante un animal que constantemente amagaba con rajarse. Las dos orejas paseadas se antojan excesivas tras un pinchazo y una estocada.

Volvía Roca Rey tras el percance de Bilbao, y lo hacía como si no hubiera pasado nada. Recibía por delantales al burel en el primero de su lote, dejándolo con una mano en los medios. Ya con la muleta, no dudó ni un instante. Plantó las zapatillas y se quedó quieto. Tenía que pasar y así lo hizo. Con firmeza absoluta, surgieron las primeras tandas en redondo. Dominando en todo momento la escena, se lo llevó largo, bajándole la mano y desenmuñecando atrás. No tuvo la misma rotundidad al natural, pero las bases de su tauromaquia siguieron quedando igual de marcadas. De vuelta a la diestra, y acortadas las distancias, dio una lección de superioridad ante todo y ante todos.

En el que cerraba plaza, Roca Rey desplegaba su capote por verónicas de mano baja, enlazadas con chicuelinas muy ajustadas. Tras el brindis a las damas goyescas, plantaba las zapatillas para pasarlo por ambos pitones con ayudados por alto. Lo sacó a los medios, con un silencio de esos que anuncian algo grande. La falta de fuerza del animal contrastaba el pobre encierro de Jandilla, e imposibilitada redondear la tarde soñada.

Con todo, su puerta grande junto a Juan Ortega ponía el colofón de oro a esta gran acontecimiento que, con todos los matices que le queramos poner, volvió a no defraudar.

  • Real Maestranza de Caballería de Ronda.
  • LXV Corrida Goyesca.
  • Se lidiaron toros de Jandilla – Vegahermosa (el 4 como sobrero). Justos de presentación y faltos de raza en general. Destacó el buen tercero.
  • Morante de la Puebla: pinchazo y media estocada (silencio) y seis pinchazos, estocada tendida y descabello (pitos).
  • Juan Ortega: media estocada (silencio) y pinchazo y estocada (dos orejas).
  • Roca Rey: estocada (dos orejas) y media estocada y descabello (ovación).
  • La plaza registró un lleno en tarde ventosa.
  • Saludaron en banderillas Viruta y Paquito Algaba en el sexto.