El pasado 10 de abril fue la última vez que pude charlar con él. Se ponía en contacto conmigo para coordinar una excursión de toda la afición antequerana a Torrejón de Ardoz para presenciar la reaparición de su admirado Fortes. Roberto Arévalo no podrá vivir este acontecimiento, ya que nos dejaba este miércoles a los tan solo 47 años de edad.

Segoviano de nacimiento, pero afincado en la localidad malagueña de Mollina desde hace muchos años, Arévalo era una persona activa, luchadora, y apasionada del toreo. Y ante todo, fortista.

¿Se acuerdan de la gran pancarta de ‘Fuerza Fortes’ que aparecía en La Malagueta al día siguiente de la durísima cornada de Vitigudino? Pues ya saben quien fue su responsable…

Su amor por la Fiesta le llevó a contribuir de forma decidida en su promoción, posibilitando la celebración de espectáculos taurinos en su municipio de acogida, y manteniendo siempre viva la llama del toreo con un veneno que le inculcó a sus dos ‘cachorros’, Gabriel y Blanca.

Soñó junto a Blanquita el sueño de vestirse de luces, y la acompañó a donde hizo falta en tardes inolvidables para ambos, como las dos veces que pudieron torear en casa de Morante. Ante otro de sus admirados toreros.

Creyó que, como su hija, otros chavales de la Comarca de Antequera merecían tener las facilidades de formarse en una Escuela Taurina; y se embarcó en el proyecto de hacer realidad este centro de formación que hoy, en buena medida gracias a él, ya es una realidad.

Sabía que tenía que contar con un pilar fundamental, y ahí nuevamente entraba el apellido Fortes. Aprovechando la amistad nacida hace muchos años, ‘embarcó’ en el proyecto tanto a Mary Fortes como a su hijo Saúl, que junto a sus compañeros de Acataura (la Asociación Cultural Taurina de Antequera de la que fue fundador), deberán mantener su legado.

A Roberto, como vemos, le gustaba meterse en ‘fregaos’. Por eso no se conformó con ser un aficionado, seguidor o partidario de Fortes. Por eso creó la Peña Fortista de Mollina, de la que fue presidente, y desde la que trabajó en la promoción de su torero; así como colaboró activamente en la organización de sus Capeas Benéficas, demostrando sus dotes culinarias.

Fue en una de esas capeas, en noviembre de 2018, cuando conocí en profundidad a Roberto Arévalo; aunque ya tenía buenas referencias suyas desde mucho antes. Lo descubrí como un hombre trabajador, servicial, apasionado del toro y, sobre todo, un padre ejemplar (tuvo que ejercer de padre y madre muy pronto por la defunción de su esposa).

Sus virtudes fueron entendidas por el empresario de la plaza de toros de Antequera, Jorge Buendía, que lo ha tenido como jefe de taquillas en las últimas temporadas. Desde allí, ha procurado cumplir con las peticiones de todos los aficionados que se le acercaban, velando para que el espectáculo fuera de la categoría que ‘su plaza’ se merecía.

Cada vez que este este portal publicaba una información de Fortes o de la Escuela de Antequera, tenía la certeza de que Roberto la iba a compartir. Nunca fallaba. Era su forma de transmitir a sus amigos su pasión, al igual que mostraba esas veladas a la luz de la lumbre en su ‘Chabola’ en la que tantas ilusiones tenía.

Aunque sabíamos que, últimamente, su estado de salud era delicado, no creíamos en el desenlace. Él mismo reaparecía para contarnos a todos que «después de 3 cornalones de los más fuertes que me han pegado en mis 47 años y que casi me cuestan la vida, hoy sábado 7 de mayo, salgo de la UCI como mi virgen de la Oliva hacia su ermita, pronto volveré».

No ha podido ser, y será precisamente en la Iglesia de la Oliva, de la patrona de su Mollina, donde esta tarde a partir de las 19 horas se oficie una misa por su eterno descanso. Un ‘torero’ a su manera que, desde arriba, seguirá cuidando de sus hijos, alentando a su torero, y defendiendo la Fiesta de los Toros.

Seguro que el sábado, pedirá las orejas para su Fortes en el palco del cielo.

Descanse en paz.