La tauromaquia es un veneno que acompaña al aficionado allá donde esté. Si no, que se lo pregunten a Óscar López Hoyos. El que fuera gerente y uno de los impulsores de la Escuela Taurina de la Diputación de Málaga sigue ‘envenenado’ a miles de kilómetros.

Este madrileño se trajo su pasión hasta Benalmádena, hasta donde se trasladaba su familia durante su juventud, y siempre ha mantenido una afición desbordante. Sus inquietudes le hicieron hacer un tandem con Óscar Plaza para, con el impulso de la Diputación de Málaga, recuperar la Escuela Taurina de Málaga.

Los ‘oscar’, como eran conocidos, consolidaron el proyecto y pusieron en marcha eventos ya consagrados como el Certamen Internacional de Escuelas Taurinas de La Malagueta.

Llegado el momento de tener que dar un paso al lado en la escuela por incompatibilidad con otras obligaciones, prosiguió vinculado como miembro activo de la Asociación de Aficionados Prácticos de Málaga.

Hace ya unos años, el trabajo le llevaba hasta un lugar tan poco taurino como Chicago, en Estados Unidos. Pero también allí encontró cobijo en el Club Chicago Tauromachy; una institución con más de 20 años de historia en la que ha ofrecido charlas con las que acercar nuestra Fiesta al Estado de Illinois.

Sus trastos de torear también viajaron a los Estados Unidos, y es frecuente que junto a otros miembros de los Chicago Amateurs Bulfighters realicen entrenamientos prácticos en parques públicos de la ciudad.

En plena pandemia, impulsaba el Reto Hemingway con el que el 7 de julio de 2020 animaba a los aficionados prácticos y profesionales de todo el mundo a rendir homenaje al genial escritor por la difusión internacional de la Fiesta, con la ejecución de un nuevo pase creado en su honor.

Cada año, en sus vacaciones en Málaga, vuelve a reunirse con los Aficionados Prácticos para poder acudir a algún tentadero y, a su manera, seguir sintiéndose torero.

Ahora, este pasado fin de semana, hacía realidad un nuevo sueño: el de hacer el paseíllo y participar en un festejo junto a otros aficionados prácticos. Se desplazaba para ello al estado mexicano de Hidalgo, concretamente al municipio de Tula, donde recuperaba su antiguo apodo universitario de ‘Er Pelos’ para realizar una lidia completa a un astado de la ganadería de Huichapan.

Las dos orejas paseadas no son más que una anécdota, ya que la satisfacción personal está en su superación para mantener viva la llama del toreo a siete mil kilómetros de distancia.