Colorido, música e ilusión. La Malagueta se vestía de gala para un día grande en el 50 Aniversario de la muerte de Pablo Ruiz Picasso. La Corrida Picassiana se pasaba a la Semana Santa de forma extraordinaria en un festejo en el que artistas plásticos mostraban su visión del universo del genial artista malagueño y embajador del toreo por todo el mundo.

FOTOS: David Bracho

Abría plaza Cayetano Rivera Ordóñez, que llegaba al coso en un Cadillac Serie 62 como el que tenía el pintor, y ataviado con un colorido diseño de Domingo Zapata. En lo estrictamente taurino, el primero del hierro de Álvaro Núñez fue de menos a más. De no dejarse con el capote y no querer pelea en el caballo, a terminar entregado a la muleta. Trasteo largo, sin demasiado ajuste, en el que al final nos quedamos con el recuerdo de la media verónica instrumentada por Juan Ortega en el quite. Desafortunado con los aceros.

Inédito con el capote nuevamente en el segundo de su lote, Cayetano tiró de espectacularidad para cortar una oreja a un toro que, con sus complicaciones, se dejó más que la mayoría de sus hermanos. Le echó la cara al pecho en el primer muletazo, y a partir de ahí todo se centró en una heroica mal entendida. Las dos primeras tandas al natural levantaron unos ánimos que ya no bajaron durante todo el trasteo desarrollado en los medios ante una indudable entrega por parte del diestro. Nuevamente estuvo desafortunado en la suerte suprema, con una estocada muy baja, pero eso parece ser que no le importó al público que solicitó las dos orejas. El palco puso criterio para reducir el premio a un apéndice.

Con apenas dos detalles, sobre todo una trincherilla de ensueño, cautivó Juan Ortega a la afición malagueña en el primero de su lote. El deslucido animal de Álvaro Núñez no dio más opción, pero en el recuerdo quedaba la torería, el temple y el querer estar del torero sevillano; cada vez más enraizado en una Málaga que le sigue desde sus inicios de novillero, y que había llegado a la plaza andando desde la Casa Natal de Picasso y con un pañuelo de la Virgen de los Dolores de la Expiración en el bolsillo izquierdo de su chaquetilla. Incluso llegaron a asomar algunos pañuelos para pedir un premio que habría sido claramente excesivo por lo que se pudo crear sobre el albero.

Lo del quinto de la tarde fue realmente importante. Una labor rotunda de inicio a fin, y con la inteligencia de saber medir las fuerzas de un astado que estaba cogido con alfileres. La lentitud con la que desplazó tanto el capote como la muleta, con una pureza absoluta, lo sitúan como un torero con unas súper capacidades. Se acompasó con la marcha ‘María Santísima del Amparo’ que interpretaba la Sinfónica, para construir una obra maestra en el gran teatro de la verdad y la pureza en el que se convirtió La Malagueta. Una puerta grande indiscutible, ganada a ley, y con un estoconazo en todo lo alto. Picasso se habría emocionado viendo torear a Juan Ortega en su plaza.

Muy meritoria fue la labor de Pablo Aguado al tercero de la tarde, un toro con complicaciones por no entregarse nunca al engaño que le presentaba el matador. Pese a todo, y asumiendo el riesgo evidente que estaba asumiendo ante un animal muy astifino como toda la corrida, se mantuvo firme en el sitio para apostar por el buen fondo que tenía entre otros muchos defectos. Su determinación tenía eco en los compases finales de la faena de muleta, con dos series en redondo con empaque y emoción que, junto a la estocada final, determinaron la concesión de la oreja.

Tras la apoteosis orteguiana, el listón estaba muy alto. El público se había vaciado en olés, y muy grande tenía que ser lo que hicieran Aguado para igualar. Lamentablemente, el aplomado toro que le correspondió no era el más propicio para el lucimiento, que no obstante apareció en alguna ráfaga en redondo.

 

Esta es la reseña del festejo:

  • Plaza de toros de La Malagueta.
  • Corrida Picassiana.
  • Se lidiaron toros de Álvaro Núñez, correctos de presentación, con buen fondo de nobleza pero con complicaciones y por momentos deslucidos.
  • Cayetano: dos pinchazos, media estocada y dos descabellos (silencio tras aviso) y estocada baja (oreja).
  • Juan Ortega: estocada caída (ovación) y estocada (dos orejas).
  • Pablo Aguado: estocada tendida (oreja tras aviso) y pinchazo y estocada (silencio).
  • La plaza casi se llenó en tarde primaveral.