Luto en la familia taurina malagueña por el fallecimiento del ayuda de mozo de espadas José Martín Sedeño, a los 62 años. Pepe nació en Fuengirola, una tierra que ha dado un sinfín de profesionales vinculados al mundo del toro, a la estela de los siempre recordados Miguel Márquez y Antonio José Galán. Eso le valió en la década de los setenta el popular eslogan ‘Fuengirola, sol y toreros’. De familia humilde, y tras prodigarse en varios oficios, en especial el de la hostelería; llegó el momento en el que Pepe decidió dedicarse en cuerpo y alma a su vocación y verdadera pasión: Formar parte del gremio y servirle como uno más.

TEXTO: Damián Bernal

No quiso ser torero. En su caso no existen historias románticas por ese palo, casi siempre sobredimensionadas. Lo suyo fue estar en el ajo como ayuda para vivir la tauromaquia a destajo. Porque, por encima de todo, creo que Pepe fue un excepcional  aficionado. Lo que de verdad le hacía feliz era ver y hablar de toros. En la plaza o en la tele, donde no se perdía casi ningún festejo.

Así que os podéis imaginar aquellos maravillosos momentos vividos como miembro de las cuadrillas de casi toda la nómina malagueña y de algunos diestros muy vinculados a nuestra tierra. Fue con El Cid, David Vilariño, Francisco José Porras, Pedro Pérez ‘Chicote’, Francisco Moreno, Sergio Ruiz, José Antonio Losada, Antonio José Pavón Galán… Antes de todo eso había debutado por la puerta grande de la mano del genial Gonzalito, que le dio sendas ayudas de Curro Romero en La Malagueta y Puerto Banús.

Cuando nos encontrábamos siempre había un ratito para hablar de toros, porque Pepe estaba al tanto de todo y no se le escapaba ni una. En la calle o en ese mágico punto de encuentro que es la plaza de toros de Fuengirola, desde que emergió el toreo en la Villa Blanca y el mítico Antonio Ordóñez le dio prestigio acogiendo a ilustres visitantes. El conserje y mozo de espadas Paco Losada, amigo personal de Pepe, es el que ahora mantiene viva esa llama.

A Pepe había que comprenderlo. A veces discutía de manera estridente, aunque era algo que no se correspondía en absoluto con su fondo de nobleza. La vida le golpeó con dureza hasta dar con sus huesos en la lona. Noqueado, pero siguiendo adelante entre claros y oscuros, el toro (siempre el toro) y los amigos lograban que se mantuviera a flote… Hasta este lunes, el día en el que Pepe decidió que hasta ahí había llegado su historia. La de otro loco romántico del toreo. Su repentino adiós nos deja rotos y con un enorme vacío. Descansa en paz y que Dios te tenga en su gloria.