Volvieron los toros a La Malagueta 726 días después. Con la mitad del aforo, pero con el doble de ganas de disfrutar de la anhelada Fiesta taurina. La plaza se puso bien guapa, como tan mal acostumbrados nos tiene Loren Pallatier, y los acordes de la Sinfónica Provincial nos recordaban que estábamos ante un acontecimiento importante.

Sonó el ‘Pan y toros’ seguido de los emocionantes sones del Himno Nacional en un prólogo del festejo marcado por la reducción del aforo al 50 por ciento y las medidas de seguridad tomadas en los accesos. Y salió el toro. Respondón, colorado de Juan Pedro Domecq (ganadero que instantes antes había recibido el premio pendiente de 2017 al bravo e indultado Jaraiz).

Y Morante siguió con la sinfonía con el capote. Ya tuvieron empaque los primeros lances con una rodilla en tierra, pero ya erguido, las templadas verónicas hasta llevarlo al centro del anillo fueron ganando en intensidad hasta rematar con una media de arte sublime. Las chicuelinas al paso con las que llevó al animal al primer envite con el caballo no perdieron en genialidad, resonando los olés en Gibralfaro como si la plaza pudiera estar llena a rebosar. No falló en banderillas Juan José Trujillo, obligado a saludar junto a su compañero Sánchez Araujo; y el de La Puebla quiso seguir engrandeciendo la tauromaquia en un inicio de faena junto a tablas, con la mano en el estribo. Lamentablemente, el burel acusó la falta de fuerza que había atisbado desde el inicio, y pese a que se vivieron momentos aislados de lucidez por el pitón izquierdo, la labor no pudo seguir su línea ascendente.

Morante de la Puebla, en un quite a su primero. David Bracho.

Pocos podríamos apostar por el triunfo de Morante cuando salió el tercero de la tarde, primero de los lidiados con el hierro de Parladé. Muy protestado por flojo en sus cuartos traseros, quedó inédito en los primeros tercios. Pero cuando tomó la franela, en vez de abreviar, le instrumentó unos ayudados por altos a los que el animal respondió y dio alas para que se lo sacara a los medios en una faena en la que a la par que artista, el diestro se mostró valiente y poderoso. Siempre bien colocado, cruzándose una y otra vez al pitón contrario, fueron sucediéndose los pases por ambos pitones con gusto. Una obra completa de un torero completo, ratificada con una estocada precedida de un pinchazo que le hizo pasear un meritorio trofeo.

Morante de la Puebla, al natural en el cuarto de la tarde. David Bracho.

Si Morante había estado bien con el capote en el primero de la tarde, Juan Ortega no se quiso quedar atrás. Ya había replicado el quite con el que abría plaza, y en el suyo lo recibió con acompasadas verónicas a la embestida del toro. También optó por las chicuelinas al paso, y sus banderilleros no se quisieron quedar atrás y también tuvieron que saludar. Repitiéndose el guión, Pablo Aguado entraba al quite, confirmando que la rivalidad iba a estar presente toda la tarde. Nuevamente el animal marcó el desarrollo de la lidia, esta vez no por flojo sino por manso. El elegante torero entendió que si le planteaba pelea se iba a rajar definitivamente y se consintió en su querencia para sacar algún muletazo suelto que, una vez más, nos dejaba ganas de más.

Recibo de capote de Juan Ortega al primero de su lote. David Bracho.

El segundo de Juan Ortega, que inicialmente estaba reseñado como sobrero y entró a última hora por la fractura de un pitón del toro que le correspondía, no ofreció las mínimas condiciones que debe tener una res brava para la lidia. Mansurrón, fue muy deslucido y llegaba a la muleta parado y a la defensiva. Lo intentó el matador, pero no quedaba otra que coger la espada y abreviar. Eso lo hizo muy bien, con una gran estocada que le valió las palmas del respetable.

Juan Ortega, en el segundo de su lote. David Bracho.

Había ganas de ver torear en La Malagueta Pablo Aguado, que se perdió la Picassiana de 2019 por un percance. El tercero de la tarde, primero de su lote, no fue ni mucho menos el mejor compañero de presentación. Muy deslucido por manso, no ofreció complicaciones para el espada, pero tampoco le favoreció por su condición. Tras pasar desapercibido con el capote, y darle un fuerte puyazo que tampoco ayudó, el animal desarrolló su insipidez en el resto de la lidia que, aunque en una tanda en redondo pareció levantar el vuelo, cayó en declive.

Pablo Aguado, en una tanda por el pitón derecho al tercero de la tarde. David Bracho.

El sexto fue el otro toro de Parladé del encierro, y como el segundo de Morante, también se dejó. Sin ser ningún super clase, pero iba y venía y permitió a Aguado mostrarse por instantes a gusto al natural. Un atisbo de lo que sabemos que puede dar de sí la tauromaquia de este joven espada, que en muchos aspectos, sigue inédito en Málaga.

Pablo Aguado, al natural en el sexto de la tarde. David Bracho.
  • Plaza de toros de La Malagueta. Primera de abono.
  • Se lidiaron cuatro toros de Juan Pedro Domecq (1, 2 y 3 y 5) y dos de Parladé (4 y 6), desiguales de presentación y faltos de fuerza en general.
  • Morante de la Puebla: estocada corta tendida (ovación) y pinchazo y estocada (oreja tras aviso).
  • Juan Ortega: dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso) y estocada (palmas).
  • Pablo Aguado: media estocada baja (silencio) y estocada perpendicular (vuelta tras petición).
  • Saludaron en banderillas Juan José Trujillo y Sánchez Araujo de la cuadrilla de Morante en su primero, Jorge Fuentes y Perico de la de Juan Ortega en el segundo, e Iván García de la de Pablo Aguado en el sexto.
  • Lleno sobre el 50 por ciento de aforo permitido.
  • Acompañó musicalmente el espectáculo la Orquesta Sinfónica Provincial de Málaga, dirigida por Víctor Eloy López.