El pasado sábado, la plaza de toros francesa de Ceret acogía el regreso de una de las castas fundacionales del toro de lidia, la Navarra, en un duro festejo vivido en primera persona por dos malagueños, los picadores Paco y Adrián Navarrete.

“Eso fue como una lucha de gladiadores”, recuerda Adrián, que aunque habitualmente va en la cuadrilla de Sánchez Vara, ese día lo hacía con Miguel Ángel Pacheco, al que también acompaña con asiduidad. Su hermano Paco sí que iba con Sánchez Vara.

El ganadero Miguel Reta lleva décadas intentando recuperar esta casta, y por primera vez se lidiaba una corrida completa en un regreso a la tauromaquia del siglo XIX. Mansa y dura, puso a prueba no solo a los tres matadores (Octavio Chacón completaba la terna de héroes) sino también a todas las cuadrillas.

Paco Navarrete, en el cuarto de la tarde. Philippe Gil Mir (ANFT).

“Todos sabíamos a lo que íbamos, estábamos mentalizados de que podían pegar un salto y subirse al caballo”, se sincera Adrián, pero el resultado fue “sobre todo que eran mansos, no tenían la fiereza de quererte coger, simplemente topaban y se te echaban al pecho”.

Milagrosamente, todos salieron ilesos, a pesar de sustos como el que vivió Paco Navarrete cuando fue descabalgado. “Los picadores teníamos que ir detrás de los toros como su estuviéramos haciendo acoso y derribo”, señala Adrián, destacando que tres de los seis toros fueron castigados con banderillas negras.

“La lidia fue como si fuera del siglo XIX, totalmente, medio alanceando al toro y corriendo detrás de ellos”, una circunstancia que fue entendida tanto por el público como por la autoridad. “Antes de empezar nos dijeron: vamos a intentar hacer las cosas bien, pero si hay que salirse a los medios en busca de él se sale, y hay que ir con los dos caballos, se va…”.

Adrián Navarrete, ante uno de los astados de Reta de Casta Navarra en Ceret. Philippe Gil Mir (ANFT).

Sobre el futuro de la Casta Navarra en los carteles lo tiene claro: “Yo creo que no, ¿quién les va a matar la corrida otra vez? Eso no se lo mata nadie, y menos mal que eso pasó en Ceret que tiene un ruedo muy pequeño, porque en otra plaza habría sido imposible”.

Una vez superado el compromiso, el varilarguero malagueño reconoce que “pasamos todos mucho miedo, por nosotros y por los compañeros que tenían que entrar a pie, porque ninguno de los toros se rompió con los caballos”.