Una corrida de toros es el espectáculo más sublime del que se puede disfrutar hoy en día. Mucho más que cualquier show de una estrella internacional en escenarios glamourosos como el Starlite. El toreo tiene un ceremonial que le convierte en una representación majestuosa de inicio a fin. Todo ello si el toro, el actor máximo, así lo permite. Todo el rito era aderezado en la Corrida de Candiles de Marbella con una cuidada puesta en escena de la que se hacía partícipe al público con las velas que iluminaban un paseíllo amenizado en el mismo ruedo por la banda sevillana del Maestro Tejera. Fue una gran noche de toros.

FOTOS: Arenal Marbella Toros

Recibía Enrique Ponce el homenaje de Marbella con la entrega por parte de su alcaldesa, Ángeles Muñoz, de un recuerdo con motivo de su despedida de los ruedos esta temporada. Para abrir la noche, se medía a un toro de Núñez del Cuvillo de buenas hechuras pero muy venido a menos. Le faltó casta para acometer a los engaños del valenciano, en un inicio que no pudo pasar de insulso al no acometer el astado a la franela que le presentaba el matador. Si Ponce no pudo sacarle partido a este dócil animal, nadie en el escalafón habría sido capaz.

Buen recibo capotero de Ponce a su segundo, quinto del festejo. Brindó al Litri, una de las cabezas visibles del proyecto empresarial que han recuperado los toros en Marbella, y comenzaba doblándose por bajo a un toro que presentaba las mejores cualidades de lo que hasta entonces habíamos visto del encierro. Se desplazaba con codicia y boyantía, y delante tenía a un genio para amoldar sus embestidas. Le exigió cuando lo precisaba, y también lo alivió cuando era necesario. Una alquimia para poder deleitarnos con una faena marca de la casa. Cualquiera diría que está de despedida tras casi treinta y cinco años de alternativa. Como en su anterior toro, la estocada se le fue baja, pero esta vez no importó para la concesión de los dos apéndices. Lo del rabo ya fue una exageración mayúscula.

Una media verónica de remata del recibo capotero al jabonero segundo servía de presentación al ‘resucitado’ Morante de la Puebla en Marbella. Se le pegó un fuerte puyazo, que no corrigió su tendencia a ir con la cara alta. No le importó al sevillano, que se lo llevó a los medios y enseguida comenzó a torearlo al natural con la majestad que trae de cuna. Todo lo bueno vino por ese pitón izquierdo, a pesar de que todo tenía media embestida, pero lo supo vestir con pinturería y magnífica colocación.

Tenía ganas de torear con el percal a su segundo. Y de hecho dibujó una verónica bellísima hasta que el toro dijo que no quería pasar más. No era toro de triunfo, ni mucho menos, y de hecho en otro momento Morante lo habría pasaportado sin despeinarse ni importarle una bronca. Pero tenía ganas de torear. Lo intentó en el inicio por alto a dos manos, se puso en el sitio, e incluso le perdonó inoportunas coladas. Pero cuando no hay toro no hay nada. Por mucho Morante de la Puebla que haya delante.

Tuvo poca acometividad con los capotes el primer del lote de Alejandro Talavante, quien no obstante le robaba un quite por chicuelinas. Llevaba sin embargo a la muleta con mayor movilidad que sus hermanos anteriores, circunstancia que era aprovechada por el extremeño en una faena que en sus primeros compases tuvo momentos notables por ambos pitones. Pese a su ánimo indudable por revalidar su triunfo en la corrida de reinauguración de esta misma plaza, al conjunto le faltó un hilo conductor y, unido a que el toro también se vino a menos, la faena no alcanzó las cotas que se presumían.  La estocada, caída y que precisó un descabello, fue ponderada con unas generosísimas dos orejas.

Recuperó Talavante su influencia en el toreo mexicano con unos afarolados de pie en el recibo al séptimo de la noche. Nos acercábamos a la una de la madrugada y, en contra de todo pronóstico en un festejo que arrancaba a las 22:30, no se estaba haciendo pesado. Brindó al público y arreó sin darse coba. Su oponente no era un dechado de clase, pero se movía y con eso le era suficiente. Hubo más emoción que temple, ofreciendo toda una actuación que no pasó de vistosa. Las bernardinas finales, rematadas con el cambio de mano, antecedieron a una estocada por derecho que le permitían, dentro de la euforia a la que había llegado la noche, a pasear el rabo del Cuvillo.

Cuando torea Juan Ortega con el capote, se hace el silencio en la plaza. Todo el mundo quiere ver cómo mece sus muñecas con una delicadeza absoluta y a un ritmo imposible. En su primero dejó solo una muestra, pero ya sirvió para calmar el apetito de manjares deliciosos. Sonaba el pasodoble ‘Juncal’ en una faena de muleta que tuvo muchos detalles de gusto, como esos doblones por alto, las trincherillas, algunos derechazos enroscándoselo atrás o los molinetes con el compás abierto. Detallazos de un torerazo que no está al alcance de todos los paladares. Y todo eso, sin tener toro delante. Estoconazo y dos orejas.

Lástima que el que cerraba plaza no dejó a Ortega dormirlo en su capote. Desde su salida fue defendiéndose, y llegaba desentendido a la muleta. Se dobló el diestro con él, lo sacó al tercio y le plantó el engaño. Pero no quería pasar, e incluso amagó con echárselo a los lomos. No se aburrió y persistió, pero no había nada que hacer ante el toro (junto al segundo de Morante) más deslucido de una noche que, pese a este decepcionante epílogo, reivindicaba el toreo como el espectáculo más sublime del mundo. Y eso no se puede ver en Starlite.

  • Plaza de toros de Marbella. Corrida de toros de la Feria de Candiles.
  • Se lidiaron ocho toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación nobles y faltos de raza en general. Destacó el encastado quinto. Sexto y octavo fueron los más deslucidos.
  • Enrique Ponce: estocada baja (silencio) y estocada baja (dos orejas y rabo).
  • Morante de la Puebla: cuatro pinchazos y media estocada (silencio) y pinchazo y pinchazo hondo (silencio).
  • Alejandro Talavante: estocada caída y descabello (dos orejas) y estocada (dos orejas y rabo).
  • Juan Ortega: estocada (dos orejas) y estocada (silencio).
  • La plaza registró tres cuartos de entrada en noche veraniega. Al romperse el paseíllo, la alcaldesa Ángeles Muñoz entregaba un recuerdo a Enrique Ponce por su despedida de los ruedos. Igualmente, se obsequiaba por parte de la empresa a los otros tres diestros actuantes.