Tras 18 años como director artístico, el matador de toros Fernando Cámara dejaba esta semana de ser profesor de la Escuela Taurina de la Diputación. Ocupado en “nuevos proyectos”, deja esta función con la satisfacción de la labor realizada.

“Ha sido una experiencia muy bonita, porque es muy gratificante ver cómo llegan niños y salen hechos hombres», rememora haciendo balance y destacando «que mantienes la relación con ellos y ves cómo evolucionan en la vida».

En todo este tiempo «he intentado transmitirles, sobre todo, que acojan valores que son fundamentales en cualquier ámbito de la vida, prepararlos para enfrentarse no solo al toro sino al mundo y a la sociedad, y orientarles en el mundo del toro para extraer de ellos lo mejor posible».

Para Cámara «hay que tener en cuenta que llegan a la escuela muy jóvenes, llenos de dudas, y tienes que prepararlos para una actividad que es casi heroica, en la que está en juego tu propia integridad física y tu vida». «Llegan de niños muy frágiles y se van enfrentando tanto al toro como a las circunstancias», añade,

«La escuela ha tenido una evolución muy buena, aunque es cierto que últimamente ha habido una cierta decadencia por haber tenido una crisis de chavales, pero eso son ciclos y rachas, por no tener a los alumnos con las condiciones suficientes para enfrentarse a la competencia que hay en el toro», reconoce sin dejar de estar «muy contento y satisfecho con todo el trabajo que se ha hecho, y hoy por hoy hay grandes profesionales que se han formado en la Escuela Taurina de la Diputación de Málaga.

Nombres como Joaquín Galdós, «que está puesto en la actualidad en dos ferias importantísimas como son las de Sevilla y Madrid», Saúl Jiménez Fortes o Fernando Rey se han hecho matadores desde la Escuela, «así como muchos novilleros con mucha capacidad» están hoy en el circuito después de haber recibido las enseñanzas de Fernando Cámara.

Cuando dicen que de Málaga no salen toreros, recuerda que «hay quien decía que es más difícil ser torero que ser papa», y «también hay quien dice que cada cien años sale una gran figura del toreo». «Sacar a uno de ellos desde la Escuela es suerte, porque el torero en realidad no se hace, el torero ya nace», asegura.

Por eso, señala que no le gusta «llamar maestro de escuela, porque realmente no enseñan nada, me gusta más llamarlos educadores, porque educan esas condiciones que son innatas en la persona, y con eso ganas tiempo».

«Los buenos toreros, si aprenden rápido la técnica y la forma de adaptarse al toro, se preparan en mucho menos tiempo para poder enfrentarse a los profesionales que ya han pasado por ese proceso», explica desde su experiencia: «En la Escuela lo único que se puede hacer es abrirles el camino para que puedan desarrollar eso que ya traen».

A partir de ahora, desvinculado de la Escuela de la Diputación, seguirá vinculado al mundo del toro «como aficionado, siguiendo a determinados toreros que sí que me interesan». «Es inevitable que siempre esté apegado a este mundo, porque vivo entre taurinos, pero profesionalmente voy a estar totalmente despegado», concluye.

Una finca que está habilitando en Antequera, su gran pasión que junto al toro es el golf, y otras actividades profesionales van a ocupar a partir de ahora todo el tiempo que le deja su labor en la Escuela Taurina de Málaga.