El artista Pablo Alonso Herráiz ha sido el encargado de crear el cartel anunciador de la Corrida Picassiana que se celebrará el próximo 19 de abril; sin dejar indiferente a nadie por una propuesta que se sale de los cánones habituales de la cartelera taurina.
El propio autor procedía en el transcurso del acto de presentación celebrado en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de la que forma parte, a la explicación del trabajo, en una intervención que reproducimos íntegramente:
Toda obra puede analizarse desde una perspectiva o enfoque iconográfico, es decir, descriptivo de la imagen y otro enfoque llamado iconológico, o lo que es lo mismo, de sentido, imprescindible para comprender el significado intrínseco, los valores simbólicos y dar respuesta al porqué del empleo de los diversos elementos ubicados en la obra, el porqué de su distribución, tamaño y peso sobre el cartel.
Es importante este punto; antes de entrar a describir la imagen; su autor la define como un hibrido cultural, como un entreverado cultural, no solo por el programa iconográfico empleado que entrecruza elementos de diferentes tiempos y culturas sino también por el complejo entretejido de categorías estéticas y recursos plásticos empleados, que posteriormente mencionaremos.
Desde el enfoque iconográfico-descriptivo, diremos que se trata de una pintura de 235 cm x 111 cm, soporte tabla, técnica; acrílico, esmalte al agua y rotuladores. Podemos observar en un primer plano y ocupando en una estructura en forma de aspa gran parte de la superficie pictórica a un torero con vestido caldero y oro, por su vestimenta y pose, entendemos que es el momento previo al paseíllo, en el patio de cuadrillas, ya que no mira al frente. Todo ello sobre un fondo azul matizado de pinceladas de ancha y larga trayectoria, trazo directo y espontáneo. En la parte superior izquierda de la imagen, una representación convencional (en términos iconográficos) de la virgen de Guadalupe mexicana rodeada de una mandorla de luz, erguida sobre una luna creciente y abajo a modo de pedestal un ángel con alas de águila, que la está presentando.
A ambos lados de las piernas del torero distribuidos de forma ascendente y descendente respectivamente, los textos Fortes, Juan Ortega, Roca Rey y ganadería Álvaro Núñez, paralelo a la pierna izquierda del torero; a la derecha de la imagen; Corrida picassiana, 19 de abril, Málaga 2025 y 6 de la tarde.
Desde la óptica iconológica (de sentido o simbólica) el autor del cartel sustituye el color albero o cualquier otro tipo de fondo, de arquitectura o paisaje para dar protagonismo al azul, símbolo de la honda cultura del toro y la tauromaquia en los pueblos y culturas del Mediterráneo. El color azul aquí es el complejo y antiguo culto al toro. Es el azul ultramar que entrevera a dos continentes al que enlaza y con el que crea códigos comunes.
Las anchas pinceladas son símbolo de la dinámica de la vida y su autor entiende ese mar aquí como antiguo lugar para las ofrendas.
Probablemente su artífice haya querido expresar un estado emocional profundo y misterioso y con ello dar a entender que el toreo es un ejercicio de espiritualidad. Tal vez también enfatizar el factor religioso en la tauromaquia, el contexto místico y de “entrega” a la profesión que se aprecia en ese momento de recogimiento plasmado en el cartel. Al mismo tiempo, subrayar esa cualidad trascendente que se impone en la tauromaquia. Un torero, el del cartel, en suma, penetrado por las fuerzas sagradas y que representa el ideal de hombre extraordinario. Un torero que está pintado en un tiempo-espacio sacralizado.
En síntesis, el lenguaje gestual, la emoción extrema, las pautas de comportamiento, son lo suficientemente claros como para entender que estamos en presencia de un contexto sagrado.
La guadalupana aquí ayuda a construir a la idea de que los toreros se apoyan en esa fuerza protectora para que esté siempre presente. Por otra parte, las flores diseñadas en el capote de paseo, nos remiten a esas flores del milagro de Juan Diego en el cerro del tepeyac. Es pues el capote de paseo, con la perdida de utilidad que presenta para torear, un símbolo de significado trascendente. Vemos en la imagen, como el capote lo protege, la virgen lo acompaña, perdiendo así toda dimensión profana. Anclado en ese mar azul se encuentra el torero; en este caso modelo tomado del limeño Andrés Roca Rey.
La pose elegida por su autor, tiene que ver con la firmeza ante las convicciones religiosas, una pose inquebrantable, estable y que proporciona con claridad la idea de la importancia del toro y la tauromaquia en la cultura española. También el giro de tres cuartos de la cabeza y la mirada representan un símbolo de la inteligencia del toreo y su profunda vocación.
El torero es representado aquí en ese instante previo al acontecimiento. Es un momento de preparación, de análisis, de estrategias, de oración, en suma.
Para terminar y retornando a la idea del hibrido cultural, en este cartel la presencia de la gráfica popular mexicana coadyuva poderosamente a la solución final de la obra, no solo en la solución tipográfica de modelo y trazado artesanal, que busca la máxima legibilidad, claridad, espontaneidad y simplicidad, sino también en la paleta, más bien diríamos en la estrategia, intención y viveza cromática, cercana a los carteles, anuncios de pequeños comercios mexicanos de todo tipo, rotulados a mano, fonditas, taquerías, tienditas de tamales, artesanías, abarrotes, fritangas, tortas y comidas en general. La familia tipografía empleada aquí es recuperada de estos contextos en México, adoptando esa espontaneidad y estética bicolor con sombreado extraída de esos lugares humildes y populares antes mencionados. Está presente de igual manera en la combinatoria entre el tipo de mensaje emitido y los recursos gráficos empleados. Conviene señalar igualmente que la dirección de los bloques de texto ayudan a subrayar esa idea del vinculo de lo celestial con lo terrenal.
En cuanto a la escenografía planteada para plaza de toros de Málaga, podemos adelantar lo siguiente; cartel y escenografía se proyectaron en paralelo, esto quiere decir que la intervención en la malagueta sigue en cierta forma la misma línea melódica del cartel salvando las distancias entre un soporte y otro y una intervención y la otra, el diseño para la plaza toma elementos abstractos de este cartel y quedará articulada en cuatro sectores en los que predominará, entre otras cosas, la intensidad cromática, esa estética de la gráfica popular mexicana y una sectorización rítmica de carácter orgánico, alternando ritmo simétrico y radial, sumando a esto un movimiento cíclico y vivaz de la formas diseñadas para este singular evento.
En síntesis; religiosidad en el toreo, inteligencia en el toreo y majestuosidad e historia en el toreo, establecen el marco conceptual de base sobre el que se ha elaborado esta obra.
Espero sea de su agrado,
Muchas gracias
Pablo Alonso Herráiz